Novela LA PLATAFORMA: Capítulo 3 – Sesión de fotos
Tercer capítulo de la novela La Plataforma: Hoy os presento a «la Jenny«, una jovencita que, aunque parece una mosquita muerta, puede dar muchas sorpresas.
5-12-2014 ARTÍCULO MODIFICADO: Se añade la estupenda ilustración de MigWal. ¡Muchas gracias Miguel! 😀
Capítulo 3 – Sesión de fotos
Jennifer Martin sonrió tímidamente al cámara. —Humedécete los labios, guapa —le dijo el fotógrafo—, que parezcas apetitosa.
Con repugnancia forzada, Jennifer trató de sonreír y acató las órdenes del cámara que la estaba haciendo fotos. —Así, así, nena, pon ese culito más respingón. Ahora entorna los párpados. Eso es, muy bien. Muérdete los labios, mírame con picardía. ¡Uhm, Jenny como me pones! ¿Seguro que es tu primera vez, no me engañas? Porque parece que lo lleves en la sangre, tía.
—Necesito el dinero —pensaba mientras obedecía sus órdenes—, es sólo un trabajo.
—Muy bien, nena. Así me gusta. Ahora relájate. Enséñame esos hombros tan sexys. ¡Guauuu, que pasada! Eso es, y aflójate el escote, que no eres monja ¿no? Bien, bien, así, así.
—¿Hacen falta muchas más fotos? Es que ya llevamos casi una hora —preguntó Jennifer un tanto cansada.
—No, ya casi hemos terminado. Vamos a hacer las últimas y ya acabamos la sesión…¡quítate la parte de arriba! —exclamó el fotógrafo sonriente.
—¿Cómo? No habíamos hablado de enseñar las tetas…
—Venga, no seas estrecha. Ya sabes que si quieres ser alguien en el mundo de la pasarela tienes que empezar desde abajo ¡dándolo todo!
—Sí, claro y tú lo que pasa es que tienes un morro que te lo pisas. Además yo creo que ni eres fotógrafo profesional ni nada, sólo tienes unos paraguas forrados con papel-plata.
—Venga nena, no seas así. Sé una buena chica, colabora.
—Paso.
«Necesito el dinero —pensaba mientras obedecía sus órdenes—, es sólo un trabajo.»
El fotógrafo le agarró de la muñeca con una mano y con la otra le dio una palmadita en el trasero. —No seas tímida, pequeña…
Jennifer se giró en redondo y, aprovechando la inercia de su cuerpo, le propinó un bofetón con la mano abierta al fotógrafo en toda la cara que resonó estrepitosamente en la amplitud de la sala.
—¡Ahí tienes mi timidez Peter Porker de mierda! —exclamó mientras salía del apartamento del fotógrafo cogiendo su bolso.
—De eso nada monada —murmuró el fotógrafo mientras se frotaba la mejilla dolorida con una mano—, tú de aquí no te vas sin terminar tu trabajito.
Apretó su mano y le sacudió un fuerte puñetazo a Jennifer en todo su estómago dejándola doblada, en cuclillas y sin respiración.
—¿A dónde te crees que vas listilla? —Jennifer tosió intentando recuperar el aliento— de aquí no te marchas tan rápido. Has venido a por trabajo y yo te lo voy a dar —añadió el pervertido fotógrafo manoseando su propia entrepierna, y acto seguido se desabrochó la cremallera del pantalón.
«Al ver a la indefensa adolescente a sus pies, una sonrisa asomó de sus labios y al abrírsele la boca se le escapó un hilillo viscoso de saliva.»
Jennifer, que seguía medio arrodillada, a los pies del fotógrafo, miró hacia arriba temiéndose ver lo que estaba viendo y creyendo estar entrando de lleno en una pesadilla. Tenía que despertar, tenía que salir de allí cuanto antes, tenía que recuperar el control de la situación y sobre todo, tenía que hacerlo cuanto antes. Pero no se levantó.
El fotógrafo aún tenía la ropa interior puesta, se había bajado los pantalones hasta las rodillas y se sobaba lascivamente el bulto que surgía de su ingle. Al ver a la indefensa adolescente a sus pies, una sonrisa asomó de sus labios y al abrírsele la boca se le escapó un hilillo viscoso de saliva.
De repente, el cuerpo de Jennifer cayó hacia atrás, dejando su espalda contra el suelo. Extrañado por su reacción, el fotógrafo se abalanzó sobre ella para echársele encima, pero algo no iba bien. No caía encima de la chica y no podía respirar. Jennifer permanecía inmóvil, todavía en el suelo, apoyando el peso de su cuerpo sobre su brazo izquierdo. El golpe había sido rápido, seco y certero. Sostenía estirada su pierna derecha, todo lo larga que era aguantando el dolor del impacto, pero al mismo tiempo sabiéndose poseedora de la victoria. Desde su posición inferior, al haberse tumbado de repente, le había dado espacio suficiente para poderle dar una tremenda patada al sinvergüenza del fotógrafo en donde más le dolía.
—Hijaputah… —susurró en un casi inaudible chillido el fotógrafo, mientras se le empezaban a formar unas lágrimas.
—¡Te jodes cabrón! Ojalá que te haya reventado los cojones, pervertido de mierda.
Jennifer, se levantó del suelo, cogió de un tirón su bolso y salió corriendo de allí dejando al fotógrafo retorciéndose en el suelo y maldiciendo todo lo que se menea.
Continuará…